Literatura

El océano

Por Franco Miranda

Transformó su cara en cielo y su cuerpo en viento, dejó latir su pulso tranquilo, sereno, como cuando las aves vuelan en soledad, perdídas, pero saben que van a llegar a algún lugar. Distinta, pero con la sombra sobre su espalda quiso verse, y nunca encontró la respuesta a su incógnita.

Sintió la música como de a poco erizaba su piel y como los delfines cantaban en eco hasta llegar a la costa. Y trató de entender por qué la naturaleza la dejaba en tempestad, como si se lo llevara todo y la dejara sola, realmente sola. Luego miro el sol de perfil y la endorfina que generaba verle, la encadenaba al suelo, porque ya no podía caminar, después de tanto lo que había gritado y corrido, sus pulmones no tenían aire.

Su fortaleza estaba abatida, y no le quedaba agua en su cuerpo, sintió el océano tocar sus manos, y quedó estática porque creyó por momentos que jamás volvería a verlo, jamás volvería a sentir su olor, jamás volvería a sentir como la bruma se le quedaba entre los dedos. Se rió y luego volvió a reír, quedo acostada con los brazos cruzados, riendo y riendo. No podía discernir si era angustia o felicidad.

Luego de unos minutos, limpio su rodilla izquierda, y se secó con lo poco que le quedaba de ropa. Y siguió caminando, hasta llegar a algún lugar, porque escapar de esos paradigmas y violencia institucional le había costado casi la vida, revelarse y poder escapar de todo, casi acabó con ella.