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Banalización de la obscenidad

Por Rosa Edith Yurevich *

Faire Vatel dice un dicho francés para significar “morir de vergüenza”, expresión que Lacan retoma en la última clase del seminario XVII, El reverso del psicoanálisis. El acto final de Vatel, personaje del siglo XVII, quien ante su fracaso y por ende la pérdida de su honor, coloca una espada en el picaporte de su puerta y se suicida, convirtiéndose así en un paradigma. Él literalmente muere de vergüenza.

El “acontecimiento de tierra (refiriéndose Miller a lo que el humano no puede controlar: tsunamis, terremotos o, como esta vez, una pandemia) -aunque tal vez sin este suceso hubiese sucedido lo mismo- ha permitido que las puertas del armario se abran y aquello que creíamos que no estaría o estaría perimido, aquello aparentemente reprimido, salió con todas sus fuerzas. Una contingencia mundial abre, devela otros acontecimientos: políticos, sociales, económicos.

Algunos gritan ¡¡¡Globalización!!! ¡¡¡Mundialización!!! Claramente las redes sociales han contribuido a que las imágenes nos invadan con todos los sucesos. Distintos escenarios colocan nuestro ojo sobre una pantalla que no se cansa de repetir una y otra vez lo mismo. Y con ese colectivo comienza un trenzado entre vergüenza y obscenidad, comienza la banalización de la obscenidad. Viejísimo dicho: “mal de muchos, consuelo de tontos”.

Un velo se ha desgarrado. Por ese agujero ha huido la vergüenza, ingresando una pregnancia imaginaria feroz.

Miller en Nota sobre la vergüenza, expresa claramente la importancia de tal concepto nacido en Tres ensayos sobre la sexualidad de Freud junto a la culpabilidad y el pudor. Para Freud la salvación venía de la mano del Padre, para Lacan no se trata de eso, sino que va más allá. La vergüenza se entrelaza con la civilización, señalando que la nueva civilización es la de la permisividad donde lo que está prohibido es prohibir. Mientras que para Nietzsche “dios ha muerto” y eso nos vuelve libres, para Lacan si “dios ha muerto” nada nos está permitido. ¿A quién escucharemos?

Caída del Padre, el Otro no existe en nuestra contemporaneidad. Los Ideales que nos animaban otrora, han sido reemplazados por lo peor. Asistimos azorados a los que se creen que están por encima de la ley, los que se creen impunes, hasta casi llegar a una certeza de que el poder los habilita. Los gobiernos se convierten en autoritarios sin ninguna mediación, sometiendo a los otros sin impudicia alguna. Los feudos, ejemplos de siglos pasados, pululan en el mismo territorio donde se habla de república.

“Ya no hay vergüenza” es la última carta que dará vuelta Lacan en el final de su clase y que se convertirá en el eje de todo el seminario según Eric Laurent. Si ya no hay vergüenza, es que el Otro ha dejado de importarnos. Su mirada ya no nos hace mella. Es la “muerte de la mirada de Dios”. Es que no nos toca en lo más íntimo de nuestro ser. Es la ausencia de vergüenza que nos coloca en ese punto de no-retorno puesto que hemos perdido el pudor, el honor, la dignidad de seres hablantes. Cualquier cosa vale. Para Vatel el vivir sin honor no era vivir y prefiere la muerte al deshonor.

La desaparición de la vergüenza cambia el sentido de la vida porque cambia el sentido de la muerte. Miller lo expresa claramente cuando nos dice que salvar la vida como valor supremo por sobre todo, es la vida ignominiosa, la vida innoble, la vida sin honor.

La ausencia de la vergüenza da como resultado que el sujeto deja de ser representado por lo que él es para un otro, lo que él vale. Llegamos a la vida con una “tarjeta de visita”. Cuando rasgamos esa tarjeta es el punto donde no hay más vergüenza.

* Psicoanalista. Miembro de la AMP (EOL).
Artículo completo disponible en https://www.pagina12.com.ar/312377-banalizacion-de-la-obscenidad