Clínica

¿Elección Forzada?

Por Marie-Hélène Brousse

“Quédate en casa” resonó como una interpretación en acto. El confinamiento pretendía reducir el lazo social a las necesidades vitales. Sólo puso en evidencia aún más cómo los objetos de consumo, para los que Lacan inventó un nombre, lathouses, han tomado posesión de nuestras vidas. Estos objetos desechables alimentan el desecho que nos invade. El capitalismo nos obliga, su abundancia esconde en el mejor de los casos los objetos causa del deseo que circulan entre ellos, desapercibidos. El declive de la locura consumista hizo del confinamiento un período durante el cual cada uno, por falta de lathouses, pudo entonces ver cómo estos nos orientan.

Salimos de este período con, en una emboscada, a cada paso, una posible amenaza a las libertades fundamentales. En Stuttgart, hay una protesta contra las medidas “liberticidas” implementadas por el gobierno para luchar el virus[1]. El desconfinamiento y la extensión del llamado “estado de emergencia sanitaria” afecta a un punto muy delicado, la libertad de ir y venir y, por lo tanto, a la noción de frontera. En 1968, Lacan predijo “una segregación ramificada, reforzada y superpuesta en todos los niveles, que sólo multiplica las barreras”[2]. La historia le ha dado la razón. Así lo demuestran las tragedias de los que hoy en día se conocen como “migrantes”. Irónicamente, el coronavirus y la emergencia sanitaria obligan, todos estamos sujetos a la necesidad de migrantes, estos últimos que deciden arriesgar sus vidas para no “quedarse en casa”, han sufrido durante años: la multiplicación de fronteras en todo el territorio y la abolición de la libertad de movimiento. Al contrario, la cuestión de la libertad de circulación también puede abordarse históricamente por el término gueto, palabra italiana que ha venido a designar a las prácticas ancestrales de segregación impuestas a las poblaciones judías, y luego por extensión, en cierto modo de hablar, a todo espacio cerrado.

Además, los científicos, solicitados en la posición de expertos, dejando su campo de competencia, se involucran y, todavía en parte, ignoran las características del virus, elevan sus opiniones a la dignidad de un discurso del amo “iluminado”.

Por último, nos enfrentamos a los efectos de una propaganda mediática invasiva. ¿Qué luz puede arrojar la orientación lacaniana sobre esta adversidad que cada uno se verá obligado a vivir a su manera, a partir de la conjugación de su síntoma con la propaganda de un nuevo amo?

Dos reales a distinguir

Plantearé que empecemos por tratar dos órdenes distintos de real. Por un lado, está el real del virus, su transmisión y sus efectos. Por otro lado, está lo real en el sentido que Lacan le dio en psicoanálisis. El primero es un hecho universal, incluso si las manifestaciones difieren según los organismos a los que el virus ataca. Es identificable y rastreable, por lo tanto, es objetivable. El segundo es una de las tres dimensiones, junto con lo imaginario y lo simbólico, componiendo el nudo singular del que se sostiene el cuerpo parlante.

La dimensión del simbólico se daña gravemente durante esta epidemia. Presento como prueba que una de sus invariantes, la ceremonia fúnebre y el entierro de los difuntos, rituales universales de lo simbólico de las sociedades humanas, se ve afectado. Por lo tanto, hay una fragilización de la dimensión de lo simbólico. Lo imaginario, al contrario, se infla allí y pone al yo en trance. Lacan, en el Seminario X, La angustia[3], subraya la diferencia entre la angustia, que tiene valor de señal, y el miedo, que funciona como un signo. El coronavirus provoca el miedo que Lacan muestra que provoca respuestas particularmente inadecuadas: “paraliza, se manifiesta mediante acciones inhibidoras, incluso plenamente desorganizantes, o arroja al sujeto en el desconcierto menos adaptado a la respuesta”[4]. El miedo al virus funciona como un signo de peligro; alimenta el imaginario y cada uno, seguro de sí mismo, va allí con su respuesta. La angustia, al contrario, funciona como una señal y apunta un real, no el biológico del virus, sino el real cuyos objetos a, construidos a partir de la caducidad de los pedazos del cuerpo fragmentado del parlêtre, son las señales.

 

El “factor letal”

“A riesgo de sus vidas”, esta expresión, que me llegó bajo la pluma, conduce a la apuesta Pascaliana que sabemos que Lacan trabajó en profundidad, demostrando que no es posible jugar y por lo tanto ganar, sin consentir una pérdida inaugural. Pero que se trate aquí del riesgo vital nos conduce hacia la dialéctica de la alienación-separación que Lacan desarrolla tanto en “Posición del Inconsciente” como en el Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Se trata de “las dos operaciones fundamentales en que conviene formular la causación del sujeto. Operaciones que se ordenan en una relación circular, pero no por ello recíproca”[5]. Es complicado, así que sigamos adelante.

La alienación, dice Lacan, “es cosa del sujeto”[6] -el “sujeto”, nótese bien, y no el parlêtre. El sujeto no compete de lo real, ningún sujeto puede aparecer en lo real; depende estrictamente de los significantes de los que sólo es el efecto ya que un “sujeto solo se impone en éste [en el mundo] por la circunstancia de que hay en el mundo significantes, que no quieren [subrayo este término] decir nada y que han de descifrarse”[7]. No constituyen signos del sujeto, los signos que excluyen toda metáfora y toda metonía. La alienación, como la define Lacan, compete del hecho de que el significante se produce “en el lugar del Otro” y congela al sujeto en un “vel“. El sujeto nunca es una causa de sí mismo. Sin embargo, los ejemplos de alienación tomados por Lacan son la bolsa o la vida o también la libertad o la muerte. Una versión de actualidad de ésta es la migración o la muerte, o inclusive utilizando el ejemplo del gueto (que, de forma metafórica, es de actualidad), el gueto o muerte. Así que pongamos el período que estamos viviendo a prueba de la elección forzada.

La operación de alienación se presenta en forma de una elección. Pero este vel, al contrario del sentido exclusivo que el discurso corriente da al término de elección, responde a la estructura lógica de la reunión. Entonces se puede hablar de “elección forzada”.

En Hegel, así es cómo el hombre se convierte en esclavo. En la elección entre la libertad o la muerte, elegir la libertad implica morir inmediatamente y si es la vida, es sin la libertad y de todos modos tarde o temprano, situando aquí el real del tiempo, acabaremos muriendo. En Seminario XI, Lacan, a propósito de estas dos fórmulas, dice: “Debe haber algo especial en esto. Esto es algo especial, lo llamaremos el “factor letal”[8]. Ya que Lacan, apoyándose en la lógica, a diferencia de Hegel que la presenta como dialéctica, muestra que la alienación se basa en la estructura de la reunión. Puedes elegir la vida sin la bolsa, el gueto antes que la muerte, pero morirás al final de todos modos. Lo único seguro es, por lo tanto, el surgimiento de una pérdida. Pagar por una vida con la ausencia de libertad o con el sacrificio de la bolsa. Este es el objeto dinero que introduce aquí el objeto a en el Otro de la alienación y por lo tanto la separación.

Esta operación, no recíproca de la primera, “lleva a su término la circularidad de la relación del sujeto con el Otro, pero en ella se demuestra una torsión esencial”[9]. Se basa en la estructura lógica, no de la reunión, sino de la intersección. “La intersección de dos conjuntos está constituida por los elementos que pertenecen a los dos conjuntos”.[10] Lacan introduce el término separación por los equívocos derivados de la palabra separarese parare, parirse, se parere¸ en lo que concierne al vestirse, defenderse, advertirse, o incluso engendrarse, para dar a luz o incluso a la operación jurídica “procurar un hijo al marido”[11]. El punto común a estos equívocos es la pars, la parte “que no tiene nada que ver con todo”. Es casi imposible imaginar una parte sin un todo. Por lo tanto, la separación reenvía a lo que falta en el Otro de la cadena significante cuyo sujeto es simple efecto. Reenvía a un Otro barrado ya que su intención es impenetrable. Implica el lugar vacío entre dos significantes. Este lugar vacío sólo puede ser ocupado por un objeto. Es en tanto que objeto que el sujeto es entonces requerido. Esto no es sin evocar el cara a cara con la mantis religiosa, mientras que el sujeto ignora lo que es para el Otro. La separación, por lo tanto, consiste en situar la falta-en-ser como un posible objeto del Otro.

El Otro que me confia o me desconfina, ¿qué quiere de mí? Mi bien sin duda, el bien de todos ciertamente, la salida de la crisis, la recuperación de la economía, una gestión providencial de la epidemia, o incluso hacer lo que se espera de él en tanto que autoridad… Pero la separación implica que, de esto, no pueda tener la mínima idea, ya que se espera de él que no haga y que haga todo. En otras palabras, se espera que no esté barrado, en el sentido lacaniano como en el sentido, sino común, de los menos populares del término: que esté o/y no esté loco. En ambos sentidos, es un imposible.

Por lo tanto, está claro que no hay otra opción sino la elección forzada para los seres hablantes y que toda separación involucra los objetos caducos del cuerpo parlante, ese pars más valioso que la vida. Un análisis lo empuja. En esto es una experiencia crucial. Permite a cada analizante el considerar la relación entre su falta-en-ser y sus objetos, incluyéndose a sí mismo, a partir de la relación entre alienación y separación. Así, hace productivas, operativas, las pérdidas en beneficio del deseo. La separación permite acceder al objeto que causa el deseo, vital para los parlêtres. El rasgo de no- reciprocidad esencial para la transformación de la alienación a través de la separación, Lacan lo reutiliza en Seminario XX, Aún[12], siempre haciendo uso de la lógica rompiéndola por la disciplina del discurso analítico. Produce ahí otra diferencia igualmente despojada de reciprocidad: ya no entre la alienación y la separación, sino entre lo masculino y lo femenino.

Una conclusión en forma de juego

Volvamos a la formulación de la alienación tal como es modificada por el lugar dado a los objetos causas del deseo y no a los objetos deseados. Inventemos nuevas fórmulas de elección forzada sobre el modelo de la bolsa o la vida, o la libertad o la muerte. El mío sería: el lazo o el virus. O para decirlo de otra manera: lo fútil o lo útil. ¿Y el suyo?

NOTAS

*Marie-Hélène Brousse. « Choix forcé ? », in Lacan Quotidien, No 890, 22 de mayo de 2020. [En línea] : https://www.lacanquotidien.fr/blog/wp-content/uploads/2020/05/LQ-890.pdf
Traducción por Patricio Moreno Parra.
  1. “La democracia, no la virología: miles de manifestantes atendidos en Alemania contra las restricciones debidas al coronavirus”, Le Monde, 17 de mayo de 2020.
  2.  J. Lacan. “Nota sobre el padre”, in La Cause du désir, marzo 2015, p. 8.
  3.  J. Lacan. El Seminario, libro X, La angustia. Buenos Aires: Paidós, 2012.
  4.  Ibíd., p. 173.
  5.  J. Lacan. “Posición del inconsciente”, in Escritos, tomo. México: Siglo XXI, 2009, pp. 798.
  6.  Ibíd., p. 799.
  7.  Ídem.
  8.  J. Lacan. El Seminario, libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 220.
  9.  Ibíd., p. 221.
  10.  Ídem.
  11.  Ibíd., p. 222.
  12.  J. Lacan. El Seminario, libro XX, Aún. Buenos Aires: Paidós, 2012.

Artículo disponible en https://psicoanalisislacaniano.com/2020/05/22/mhbrousse-eleccion-forzada-20200522/